miércoles, 8 de junio de 2011

UN VOTO…¿UNA QUIMERA?

En el ultimo mes medio he vivido y seguido mas política que en los últimos quince años de mi vida, primordialmente porque hasta hace mes y medio, mi hastío era prácticamente insoportable, no es que ahora me haya curado repentinamente, sino que ahora, he podido ver que no era un mal endémico de mi yo maltrecho y enrabietado. Es a todas luces la preocupación de una gran mayoría –curiosamente somos una mayoría que activamente podremos cambiar el ritmo y el panorama político actual- que como yo hasta el momento, no tenia/teníamos ganas ni tan siquiera de participar en esta mascarada socialmente aceptada, bipartidista y asocial, en la desesperanza de que como individuo poco o nada podía hacer al respecto y que realmente ni tan siquiera ejerciendo mi derecho al voto iba a significar que políticamente se podría dar un leve giro.

Creo que tampoco era excesivamente ambicioso en mis pretensiones. Trataba con mi insulsa papeleta que los responsables políticos a los que iba dirigida, simplemente fueran capaces de erradicar la inaceptable podredumbre en la que alguno de ellos anda metido. Que ese misero voto sirviera para que dirigentes con criterio fueran capaces de dirigirse a la banca y decirles: “Srs. Tienen que devolver a las arcas de los ciudadanos –a los que no quieren ayudar- el 14,6% del PIB que les fue otorgado para facilitar créditos al “consumo”, que nunca llegaron y que han dilapidado en sanear sus cuentas, especular en los mercados, y llenarnos de deuda por al menos dos décadas”…

Claro, que ingenuo de mi, no calcule que esa simple pretensión conlleva/conllevaría, como primera medida derribar los cimientos de este “coleguismo” que ustedes denominan “democracia”, y que no es otra cosa que un estudiado y macabro plan para asegurarse una “poltrona” o un sueldo vitalicio, que indudablemente no son los 426 € con los que se tiene que desayunar el parado “de larga duración”, mayor de 52 años y con la única certidumbre de que seguirá siendo “de larga duración” probablemente el resto de su letárgica vida, en la que se le dormirán los instintos mas básicos y ante todo las fuerzas minadas permanentemente para presentar lucha, ya se están encargando de eso día a día.

Tan solo tiene que darse uno la vuelta al barrio y comprobar que hay un colectivo de parados, que cada mañana se juntan con el propósito de encontrar un trabajo, una salida, un poco de aire, y regresan a sus casas con el pensamiento del suicido como alternativa. ¿No les suena? ¡Evidentemente! ¡No están en la calle! Están posiblemente en una reunión intentando alcanzar un pacto que los consolide en su puesto, o les garantice la continuidad en algún puesto paralelo e igualmente cómodo. ¿Exagero? ¡Salgan a la calle! ¡Preocúpense de los que les votan! Tal vez así podrán realizar “su trabajo” con el mismo empeño que el que esta intentado buscar el suyo cada día.

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