Salgo de la cama, sin apenas gana.
Caliento el café, en un dos por tres,
debajo de la ducha, me lavo me visto,
rutina mezquina de un día de estrés.
Hago la cama, vaya desgana, correa al perro y a dar su paseo.
El premio al perro, para mi el degüello.
La búsqueda llena las horas siguientes, por más que rebusco las horas no lleno.
El paro es cadena de mente, el cuerpo me ata, las ideas mata.
Me subo en un bus, intento en vano dormir mi inquietud,
llego al destino, me bajo, enciendo un cigarro,
camino, penetro en el antro y apenas de un salto me sellan sin tino,
el papel virtual que me da derecho a seguir cobrando,
sobando, el día pasando, la mente amuermando.
¡Que vuelva en tres meses, ¡que mierda!, a mi me lo parece,
que un sello lo cambien por cuatro talegos,
sin darte un mal plan ni un puto trabajo.
Me apeo, me bajo de esta bacanal,
de un mundo amoral en la que un buen plan
es pasar el día sin pena, sin mal.
La noche se acerca, la cena, la idea, la multitarea de un cerebro infame que activa
la mecha que me hace pensar, que este puto día no a valido ná.
Trasnocho, me troncho, me hierven ideas, ahora, ¡que espanto!
las cuatro, ¡a la cama! ¿A qué? A sobar.
Eso quisiera, si dormir pudiera, sin que mis ideas me aparten del fin,
dormir para madrugar, así reanudar un día mas,
en el que el pasear a mi fiel compañero,
es lo mas certero que voy a encontrar.
Ruina de mundo al que este humano insano,
le pide una mano y no le dan ná,
para mi consuelo, me agarro a ese dicho, que quien lo inventara,
seguro no sabe, que ningún mal es consuelo de ná, ni tontos, ni muchos,
que solo es disculpa de quien no tiene mas.